miércoles, 18 de noviembre de 2009

Preguntas

¿Qué es lo que propicia que un paseante que no sea pintor ni se dedique a ninguna cuestión visual, se meta a una galería y que encima pase más de 30 minutos ahí dentro, viendo las obras expuestas? Y más aún ¿Qué es lo que lo convence de regresar un par de veces más para no olvidarse de ciertos cuadros? ¿Qué es lo que hace que la gente que no es músico se pueda interesar por cierto pasaje de un solo de jazz?
En fin. ¿Qué es lo que hace que el artista pase de ser el del cuadro tal, el de la canción tal, a ser alguien con un nombre propio en la memoria de su público?
No quisiera sacrificar estas preguntas ante el dictado tutelar de conceptos técnicos como el estilo y la vuelta de tuerca, en literatura; o la sonoridad, el ritmo y el fraseo, en la música. Como no estamos en una escuela, ni institución que avale tal o cual forma de pensamiento, ni esperamos la calificación o la aprobación de ningún jerarca del conocimiento, podemos establecer otra prioridad: esperar que las ideas de cada quien las entendamos todos. Por eso, he de responder a las preguntas de la siguiente forma: lo origina todo lo anterior es la onda.

Hay que entender a la onda.
Junto con la capacidad de una persona para poder elegir de quién enamorarse y de quién no, saber producir la onda resulta otra de esas cualidades utópicas que todo ser humano desearía.
La onda es intangible, irreconocible en términos científicos, pero perfectamente sensible; y puede estar en todas partes; desde contar un chiste hasta inventar un nuevo paso de baile o seleccionar una tipografía para un cartel.
Podría decirse que la onda es pariente del sentido común, aún más que de los conocimientos técnicos que uno tenga sobre tal o cual disciplina. Porque, claro, la herramienta importa, pero si se antepone aquello a la expresión final, entonces la cosa se vuelve académica y aburrida.
Por eso uno anda como los ciegos, buscando aquí y allá, tentando y saboreando sin saber a ciencia cierta lo que se tiene enfrente. Y en realidad, sin buscar tener esa lucidez sobre las cosas, al fin y al cabo, para un ciego como nosotros, el encanto del día a día es deambular en esa mezcla de encantos y desencantos que se cosecha en la oscuridad.

2 comentarios:

  1. A huevo Don, totalmente de acuerdo con el parentesco entre La Onda y el Sentido Común, yo diría que son medios hermanos XD.
    Saludos.

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  2. Gracias señor. Ya sé que, salvo por el tema hoyístico, tenemos ideas francamente hermanadas sobre la vida.
    jejeje

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